Es un libro que aborda por primera vez las rutas formales y simbólicas con las que el pintor norteamericano construyó su obra mexicana entre 1943 y 1951. Presenta los aspectos que conformaron los elementos temáticos y compositivos presentes en las ciudades de Saltillo y Monterrey, además de aclarar los motivos tras las decisiones creativas que aderezaron el enigmático estilo que distingue sus piezas hechas en México, pero que también las inscribe en sus preocupaciones habituales. Este estudio propone que detrás de sus decisiones artísticas confluyen los aspectos de su personalidad con los históricos, el azar y los encuentros fortuitos, las decisiones derivadas del ánimo marital; la climatología y la idiosincrasia; el momento político del mundo; los criterios económicos y alimenticios; los vaivenes de la salud mental y la física; las rutas trazadas previamente por el turismo extranjero de la época: las coincidencias arquitectónicas, y hasta aspectos intangibles, como la particularidad de la luz de la tarde sobre el adobe en los pueblos del semidesierto mexicano. En un momento del mundo que autores como Chul Han y Bauman han nombrado como «líquido» y del «fin de los rituales», en la febril instantaneidad donde asistimos a la desmaterialización de la imagen y del arte, la poética de este autor nos impone su código particular. Porque al margen de corrientes y vanguardias, Hopper ya es un lenguaje en si mismo. De ahí deriva una de sus cualidades más evidentes: su irradiación. Porque pocas obras del siglo XX han ejercido su influencia a tantos campos, épocas, disciplinas y discursos. Su código y sus búsquedas formales han dejado una impronta indiscutible en autores posteriores. La luz de su pintura continúa.